Las primeras mujeres archiveras en España

    Actualmente el mundo de los archivos es un sector altamente feminizado. En los archivos las mujeres ocupan gran parte de los puestos, desde las direcciones de los centros hasta las categorías inferiores. Pero esto no siempre ha sido así, obviamente.

    La mujer no se incorporó a la universidad hasta finales del siglo XIX cuando en 1872 María Elena Maseras Ribera se matricula en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, siendo la primera mujer en España en poder hacerlo. Es cierto que ya antes Concepción Arenal entró en la universidad, pero como oyente y disfrazada de hombre.

    Centrándonos en el campo de la archivística y la biblioteconomía vemos como en esa misma época (segunda mitad del siglo XIX) aparecen las primeras bibliotecarias en el mundo anglosajón. Sin embargo, en el área mediterránea tendremos que esperar hasta el siglo XX para ver cómo las mujeres empiezan a acceder a este sector. En 1913 Ángela García Rives se convierta en la primera mujer en ingresar en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Su primer destino fue la Biblioteca Pública de Jovellanos en Gijón. Un año después, antes de pasar definitivamente a la Biblioteca Nacional, estuvo destinada en el Archivo General Central de Alcalá de Henares.

    Ángela provenía de una familia con antecedentes bibliotecarios ya que su padre fue archivero-bibliotecario del Senado. Estudió el Bachillerato en el Instituto General y Técnico del Cardenal Cisneros.​ Después, estudió Magisterio en la Escuela Normal de Madrid. Finamente, se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Central de Madrid. 

    El año que se presentó a las oposiciones había 91 candidatos a las pruebas, de los que aprobaron 26. Ella fue la única mujer en presentarse y además aprobar la oposición. Después de pasar por Gijón y Alcalá de Henares, en 1914, ingresa por concurso en la Biblioteca Nacional de España, donde permaneció durante 46 años, hasta 1961. Llegó a la BNE junto a su compañero de oposición, el periodista y poeta Manuel Machado. Tras la Guerra Civil, fue readmitida sin sanción y en 1942 fue nombrada Jefa de la Sección de Catalogación. En 1962 se le concedió la Encomienda de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio.

    Ángela es la pionera, pero después empiezan a surgir otros nombres como el de Áurea Lucinda Javierre que se graduó en Magisterio en Huesca y estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, licenciándose en 1918. Más tarde, en 1921 ingresó por oposición en el Cuerpo de Archiveros. Su primer destino como facultativa del Cuerpo de Archiveros fue la Biblioteca del Museo Balaguer de Vilanova i la Geltrú en Barcelona, donde estuvo hasta 1922.​ De ahí, pasó al Archivo de la Corona de Aragón hasta 1935. Continuó en el Archivo del Ministerio de Obras Públicas entre enero y abril de 1935 y, en el Archivo Histórico Nacional, desde abril de 1935 hasta su jubilación, en agosto de 1968. Además de sus labores de archivera fue docente durante varios años en los Cursos para la formación técnica de archiveros y bibliotecarios organizados por la Dirección General de Archivos y en los cursos de Doctorado de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Durante la Guerra Civil ocupó un puesto con vinculación directa con la represión de las personas republicanas.

    En 1939, viajó al Vaticano, Nápoles y Siena, para instruirse en la manera de restaurar y conservar pergaminos, códices y demás documentos antiguos. Indudablemente, su apoyo a los sublevados franquistas le ayudó a mantenerse y poder seguir formándose.

    No tuvo la misma suerte Luisa Cuesta, que llegó a ser la directora de la Biblioteca Nacional durante la etapa de la Guerra Civil, desarrollando una importante labor en la protección del patrimonio bibliográfico ante los bombardeos sufridos en la capital por parte del ejército sublevado. Obtuvo el título de maestra en Valladolid e impartió las materias de Geografía política y descriptiva y Paleografía mientras preparaba su tesis. Junto con Emilia Pardo Bazán, fue de las primeras profesoras universitarias en España. En 1937, tras el cierre de los archivos, bibliotecas y museos de Madrid, fue trasladada al Archivo de la Delegación de Hacienda de Ciudad Real. Tras la Guerra Civil trabajó en distintas bibliotecas hasta que en 1945 fue readmitida en la Biblioteca Nacional.

    El camino de la mujer en los archivos ha sido paralelo al que ha tenido en otros ámbitos, sobre todo al académico. Universidades, bibliotecas y archivos han estado restringidas siendo accesibles sólo para los hombres. Las más afortunadas podían cursar sus estudios y desarrollar su carrera profesional gracias a pertenecer a clases sociales altas. Sin embargo, independientemente de la posición social no se puede discutir que las mujeres han tenido que esforzarse con más intensidad para poder llegar a los mismos lugares que sus compañeros.

    Por suerte, a lo largo de la historia nos encontramos con figuras como María, Concepción, Ángela… que no se conformaron con establecido y rompieron barreras. Limitaciones que hoy nos parecen imposibles, pero que en tiempo fueron la norma.

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